martes, 15 de marzo de 2016

Jenus y Calypso (2ªParte)

Cuando penetraron en el interior del bosque Infrodes no pudo evitar hacer una mueca de disgusto, aquello no podía ser magia. El olor era parecido al moho, a su alrededor todo estaba podrido, las hojas parecían algas negras y los bichos correteaban por el suelo, la luz que allí entraba era ínfima, solo las antorchas les permitían ver las grandes raíces que entorpecían el camino. Pero entre todo aquello lo que más le llamó la atención fue la expresión de su Rey, parecía completamente ajeno al hedor de aquel lugar, a la visión de la muerte, solo pensaba en ella y sonreía.
El gran lago volvía a brillar con tonos verdes, Calypso se hallaba flotando en el agua, charlando animadamente con otras decenas de sirenas. Infrodes como mago jamás podría caer en las redes de ninguna de aquellas mujeres del agua, en ese aspecto se sintió tranquilo, solo buscaba el rostro de Calypso, debía escrutarlo, entender aquel despropósito. Jenus se había agachado a su lado y la había tomado de la mano para besársela, las demás ya habían desaparecido por completo. Entonces el mago pensó que debía acercarse, la sirena se encontraba de espaldas a él, mientras iba rodeando el rio observó cómo su cabello negro se encontraba mojado y pegado a la espalda, poco a poco pudo observar su perfil, fino y equilibrado, entonces por fin sus miradas se encontraron. No negó que la belleza de la sirena era espectacular, sin embargo no le pareció que su mirada o expresión reflejara dulzura alguna ni tampoco le pareció necesitada de ayuda.
Jenus la tomó de la mano, le explicó que Infrodes, el gran mago venido del mundo de los elfos la salvaría de aquel tormento eterno, la liberaría de las aguas y la llevaría con él al castillo, allí reinarían hasta el fin de los tiempos. Pero Calypso pareció que recelaba del mago, su última experiencia con Birendorf había sido terrible, Jenus lo comprendía, sin embargo sus palabras de aliento la consolaron, y lo cierto era q no podía negarse a sí misma que ella también formaba parte de la magia, su inmortalidad y la de todas las sirenas lo demostraba. Tras observarla Infrodes no lo dudo un segundo, aquella sirena sería la perdición de su Rey.
Por parte de Jenus no había tiempo que perder, el Rey se echó a un lado indicándole de esta manera a su mago que podía proceder. A su alrededor las demás sirenas habían empezado a agolparse curiosas por la magia del mago, habría más de quinientas. Infrodes miró por ultima vez a Calypso antes de cerrar los ojos y comenzar con el hechizo. El mago se frotó las manos durante unos segundos, pareció que recitaba algo en voz muy baja, después se detuvo un instante y abrió las manos, de sus palmas surgió una luz que llenó el bosque negro, por primera vez en siglos los arboles quedaron expuestos ante aquella explosión de magia blanca, la misma que unida a la magia negra y a un gran poder había convertido aquel lugar en un bosque putrefacto. Durante unos segundos el color negro había adquirido tonos verdes y liliáceos, había luz más allá de donde nunca se veía nada, y la vieja cabaña de Birendorf pareció iluminarse para luego en cuestión de segundos, volver a la oscuridad, el hechizo había concluido.
Entonces Jenus alargó el brazo y sobre su mano se posó la de Calypso, ella lentamente fue emergiendo de entre las aguas negras que la habían visto crecer. Las algas y demás restos del líquido espeso resbalaron por su cuerpo desnudo, hasta caer sobre sus pies. Ella se sorprendió con la visión de sus largas y esbeltas piernas, y mientras movía los dedos de los pies ilusionada con su nuevo aspecto, Jenus corrió a cubrirla con una manta negra y azul con el escudo de Brania cosido en él, desde entonces aquellos serían los colores que la vestirían y los de la ciudad sobre la que reinaría con fiereza.
Juntos cabalgaron dejando atrás el bosque donde había nacido, y ante ella vio emerger con orgullo el castillo que seria su hogar.
No había sido una sorpresa para el Rey Jenus observar los rostros contraídos y decepcionados de sus súbditos ante la elección de su rey, todos veían claramente que era una sirena, su piel de un tono verdoso pero a la vez pálida, su melena negra, aun humedecida, y su poderosa belleza oscura, sin embargo sus piernas no tenían lógica,, por lo que el nombre de Infrodes no tardó en rondar por las calles de Brania. Los rumores hablaban de que El Rey se había entregado a la magia negra como los elfos y que pronto las criaturas de Birendorf invadirán los hogares y matarían a todos los hombres y niños.
Tras su polémica boda, Jenus eligio a unos guardias especiales para la Reina, hombres que la protegerían del pueblo y le asegurarían protección, el ejército negro estaría a las órdenes de su reina y darían la vida por ella.
Como había sido de esperar, las exigencias de su orgullosa reina no habían hecho más que comenzar. Con su poder oscuro y destructor de toda naturaleza infecto las aguas más próximas a su castillo. Creo lagos subterráneos para que sus hermanas pudieran llegar hasta ella. En meses el agua potable en Brania casi había desaparecido, así la reina tuvo la idea de cambiar agua por comida y regalos, para ella y para sus hermanas. Jenus había dejado de existir, encerrado en su habitación decían que la reina lo había hechizado, y que su mente ahora ausente ya no podría recuperarse. Calypso poseía un poder absoluto y un ejército que la defendería hasta la muerte. Con los años el sol dejo de lucir en Brania, siempre parecía invierno y la naturaleza ya no tenía lugar allí, el bosque oscuro había abierto sus alas y ahora todas las tierras de los hombres sucumbían a la degradación.
Mientras el pueblo moría de hambre y sucumbía a la pobreza, la reina se aburría en su alcoba, fumando su pipa y admirando el paraíso horrendo que tanto amaba, había deseado de pronto engendrar un hijo, un principie de las tinieblas que la acompañara y comprendiera, ya que Jenus, postrado en una silla, atrapado en un cuerpo que ya no podía sentir ni expresar nada, envejecía, se deterioraba pese a su inmortalidad. De nuevo infrodes fue requerido. Su condición de sirena no le permitía tener un hijo, pero sabía que la magia podría cambiar aquel hecho.
Infrodes paso largas noches en su alcoba, dubitativo y nervioso, finalmente decidió hablar con el Rey visitándolo en su alcoba, donde permanecía postrado en un silla, solo y encerrado.
El mago sabia que debía ir con cuidado ya que los hombres al servicio de la reina nunca descansaban de su tarea. Con pasos seguros para no levantar sospechas, utilizo su magia para abrir la puerta que la reina siempre mantenía cerrada con llave. Con solo un dedo rozo la cerradura, que cedió sin apenas hacer ruido. La habitación se encontraba a oscuras, y al ver la silueta de Jenus en la silla, junto a una ventana por la que casi no entraba luz sintió que su fe en él mismo había desaparecido. Él había sido el único causante de todo aquel mal que ahora asolaba Brania, él había asistido a la caída del Rey que había dado muerte a Jonas y había liberado las tierras de los humanos y también las elficas. No había podido tener peor destino. Acercándose lentamente a él, posó su mano sobre el hombro de un Rey que vislumbraba el horror desde su ventana, donde Calypso contemplaba belleza oscura, él no veía mas que tierras negras y arboles muertos, el día ya no existía en Brania, las noches eran cerradas y los días oscuros y lluviosos, la luz nunca penetraba unas nubes tan densas.

  • Señor, mi rey. – dijo Infrodes. - Mi mal ya no puede ser enmendado, usted deseó la inmortalidad y yo... fui incapaz de comportarme como el mago que debía haber sido. Sabiendo el mal que estaba haciendole al ceder a su petición sin miramientos y por ello seré condenado..

Jenus interrumpió a infrodes levantando la mano hacia su oscura ciudad.

  • Yo, solo yo mago... orgullo maldito... - Dijo con dificultad, inculpándose de todo cuanto había sufrido su tierra.
  • Debemos hacer algo señor... El mal no ha hecho mas que empezar... - Entonces infrodes bajo la voz y le relató la petición que Calypso acaba de hacerle. - La reina desea que le proporcione un heredero como ella.

Los ojos de Jenus se abrieron de par en par imaginando un mundo eterno como el que tenia delante, un mundo en el que la luz no resurgiría de la oscuridad, y en su corazón, deseo que Kalino oyera sus plegarias, deseo que los elfos hubieran olvidado sus ofensas de antaño y vinieran al rescate de unas tierras muertas sin posibilidades de sanar.

  • Señor, me negaré a ello, no crearé un imperio de maldad a sabiendas...

De pronto la puerta se cerró tras de él. La escasa luz que allí había dejó entrever una larga figura femenina, vestida con escasa ropa como solía. Calypso acababa de entrar, e Infrodes deseó que sus palabras no hubiera sido oídas.

  • ¿porque pierdes el tiempo con él? - Le inquirió con voz grave - ¿es que has olvidado a quien debes lealtad?.
  • No señora, no lo he hecho.
  • ¿has pensado en lo que te dije? ¿Lo tienes todo preparado ya? - le preguntó mientras andaba por las estancia revolviendolo todo.
  • Estoy trabajado en ello...
  • ¡Mentira! - gritó acercándose a él y agarrándolo por el cuello – Le hiciste inmortal de la noche a la mañana, me diste piernas con la misma facilidad, ¿porque no me das ya a un hijo? - exclamó furiosa
  • No es tan sencillo mi señora, usted no posee los órganos necesarios... - Calypso pareció fulminarle con la mirada – Jenus no me pidió tal cosa...
  • ¡Estúpido mago! Es implícito en una mujer poseer ese don... pero claro... - dijo acercándose mas a él - que va a saber un mago de las mujeres, los magos solo engendran magos, usan sus poderes para atraer a una mujer y luego hacen que olvide, que olvide a su hijo, vuestra naturaleza no es peor que la mía...
  • No señora, no lo es...
  • Mañana me darás un hijo, me da igual como lo hagas, de lo contrario iré a Gizean o a Mirambel, recorreré las tierras de los elfos en busca de uno que pueda hacerlo, y por supuesto, tu tendrás que desaparecer.

Calypso se marcho de la habitación sin ni siquiera posar sus ojos en Jenus un instante. Infrodes sabia que su afán por ser madre y reinar hasta el fin de los tiempos jamas cesaría, si no lo hacia él otro lo llevaría a cabo y quizá fuese aun peor que él mismo. Así pues se lo comunicó a Jenus antes de marcharse de la habitación. El Rey cerró los ojos y dejó que su pena le consumiera, dejó que su inmortalidad se pareciera cada día menos a lo que había soñado una vez que era vivir para siempre.

Calypso descendió las escaleras del gran castillo negro que llevaban al patio interior. Iba ataviada con una larga túnica negra, sobre un vestido azul oscuro corto y pegado al cuerpo. Su melena negro azabache se movía al son del viento húmedo que soplaba en brania. Todos sus guardias y soldados se hallaban presentes. Se detuvo ante el viejo estanque donde una vez había reinado la felicidad y la vida, ahora sin embargo era negro y en ella vivían miles de sirenas conectadas con los demás lagos que infectaban la tierra. Infrodes ya estaba allí, y se situó frente al lago, delante de Calipso. El mago cerró los ojos con fuerza y los abrió para mirar al cielo, llovía y así seguiría siendo... levantó los brazos y creó una luz tenue que se convirtió de pronto en un destelló azul que dirigió hacia el estanque, donde desapareció. Calipso se puso nerviosa y se acercó al estanque con enfado y antes de poder preguntar por su bebe, un grupo de sirenas emergieron a la superficie con un bebe entre sus brazos. Ella alargó los brazos y brotan de sus ojos unas lagrimas negras. Alanur lo llamaron, y durante días el castillo celebró su inusual llegada.

Habían pasado casi 100 años y Brania seguía sumida en el mundo oscuro y fétido que la Reina Calypso les proporcionaba. Alanur había crecido en la inmortalidad, y como sucedía con las sirenas había llegado a la madurez con veinticinco años, ya no envejecería mas. Sus rasgos eran casi iguales que los de su madre. Calipso jamas le pregunto al mago como había conseguido tal milagro, sin embargo Infrodes había sido recompensado por ello, la Reina se había sentido tan feliz que le había regalado una enorme alcoba para él solo, y todo el material que le fuera necesario, le habia llenado de regalos y el mago se había sumido en un estado de arrepentimiento que le mantenía todo el día al lado de su Rey mientras la reina no le requiera de nuevo. Pero como era de esperar no pasó mucho tiempo hasta que la reina lo solicitó de nuevo.

  • Mi hijo se aburre, no se si lo has notado... - le insinuó desde su trono, con una de sus pipas en la mano y un vestido tan corto que no dejaba mucho a la imaginación.
  • Es bien conocido su afán por tirar piedras al estanque si.
  • La verdad me preocupa mas su interés por una amiga en particular. - dijo entre dientes.
  • Mi reina, no creo que debiera preocuparse demasiado... no podría... ya me entiende, suceder nada entre ellos...
  • Prefiero prevenir mago, solo faltaría que me pidiera unas piernas para alguna de esas entrometidas...
  • ¿que desea que hago yo al respecto?
  • Tu le instruirás en la magia. Se que los magos estáis casi obligados para decirlo de alguna manera a divulgar o enseñar a alguien una vez en la vida. ¿me equivoco?
  • No mi Reina, sin embargo solo puede transmitirse a un hijo de sangre.
  • Por eso, querido Infrodes, voy a aliviar tu pena regalándote la posibilidad de hacerlo, ya que me siento de alguna manera responsable de tu... incapacidad para procrear... te he tenido tan ocupado... ese será mi regalo por todo cuanto has hecho por mi... conviertelo en un mago poderoso y tendrás cuanto quieras...

Sin embargo no cabía duda que mas que un regalo era una maldición, otras manera mas de alejarle de Jenus. Para infrodes aquello era una aberración, y cuando Alanur se presentó an la sala, observándole con desdén tras sus ojos negros supo que todo aun podía empeorar mas.
Alanur era listo e inteligente, a la vez que engreído y odioso. Casi habían pasado tres años y su rápido aprendizaje asustaba al mago, incluso sin ser aplicado y en ocasiones perezoso aprendía con gran destreza. Con el tiempo su afán por el conocimiento de la magia crecían sin que Infrodes pudiera controlarlo. Había echado la biblioteca por los suelos buscando un poder que el mago se negaba a enseñarle, deseaba conocer lo que se escondía tras la magia negra, y finalmente dominar las dos magias de una manera absoluta y sin igual, algo que le haría digno de poseer su mas ansiado objeto, la espada de Birendorf.